Pinceladas de la sítuación económica actual

Atención lector: esta entrada no es como las entradas habituales. Seguramente la encuentres bastante más larga que las otras, y es posible que ya estés harto de escuchar cosas de la crisis y de la economía mundial. También puede ser que seas un entendido en la materia, con lo que es posible que tampoco te interese, pues no voy a contar nada nuevo, sólo a hilar y enlazar informaciones de diversos ámbitos. En ese caso, es mejor que pases página y no pierdas tu tiempo en esto.

Y dicho esto, allá voy.

Introducción

Llevo varios días queriendo hacer este post, y no veía el momento. Es tanta la información con la que nos bombardean que uno no sabe muy bien hacia donde mirar. Por un lado, internamente hay 2 vertientes principales: los que dicen que no pasa nada (gobierno y gente muy optimista) y los que dicen que de esta no se salva nadie y que el nuevo Armageddon viene en forma de crisis económica. Entre estos dos sabores, hay una gama de colores intermedios. Como suele ocurrir, todo el mundo tiene soluciones que ofrecer, y especialmente cuando se trata de ofrecérselas al prójimo, pero nunca a uno mismo, principalmente por ser medidas bastante impopulares.




Creo firmemente que no es momento de preocuparse como hemos llegado a esto o quien o quienes son los responsables. Por varias razones. Primero, porque no hay tiempo para ello, ya que el tiempo corre en nuestra contra, y en segundo lugar, porque ya se sabe, y no hay que ser muy avispado para darse cuenta. De hecho es algo que muchos veíamos venir de lejos, y eso sin mirar a Europa, sino solamente viendo nuestro día a día. Por nuestro carácter, nuestro entorno y nuestra sociedad, tendemos a mostrarnos demasiado optimistas. Y no optimistas en el sentido de gente que afronta el futuro y las dificultades con buen humor. Sino optimistas en el sentido de Homer, el de los Simpsons. En cierta ocasión, le enseña a Bart como afrontar los problemas en la vida, y le dice que la mejor solución cuando uno tiene un problema es meterse en un armario, cerrar los ojos y esperar a que el problema se resuelva solo. Y aunque a todos nos hace mucha gracia ese episodio, no sé si nos reímos por lo cómico de la situación o porque nos vemos reflejados. Porque es muy «de aquí» lo de cerrar los ojos y esperar a que las cosas se soluciones solas, o directamente a que sean otros los que las resuelvan. Y esta postura se ha venido aplicando en todos los sectores, tanto en los ciudadanos de a pie como en las clases políticas.

Nadie se asombrará mucho si menciono que el gobierno actual ha vivido en una situación irrealista todo este tiempo. De hecho, no soy el primero que lo restriega, y eso es algo que desde el principio se veía. El que lo diga la oposición se puede obviar, porque es la oposición, y dicho sea de paso, durante estos 6 años ha demostrado que lo único que sabe hacer es oponerse. Por sistema. Todavía estamos a la espera de ver plantear alternativas y mucho me temo que nos quedaremos sin verlas, al menos por ahora.

Crisis, what crisis?

El caso es que no fue hasta la semana pasada cuando por fin pude ver a un presidente que era consciente de la situación actual. Y esto ocurrió porque de pronto vi a un señor asustado. A un señor que por una vez en sus dos legislaturas se daba cuenta de que se le había ido el asunto de las manos. Y planteaba una medida que significaba su suicidio político. Y aún sabiendo eso, le daba igual, porque ya estaba claro que eso era lo de menos. Lo importante era salvar los muebles. Aunque esta medida era sumamente impopular y nadie la iba a ver con buenos ojos, la lanzó. Los sindicatos se desmarcaron rapidamente, para que no hubiera ninguna duda de que ellos estaban con el trabajador. Sin embargo, no dieron ninguna pauta para explicar como se iban a pagar las pensiones en unos años cuando no hubiera dinero. No, para eso no están. Ellos no están para dar soluciones sino para plantear problemas. La oposición tampoco perdió comba y de nuevo hizo leña del árbol caído. En cambio a mí me gustó ver por una vez a un presidente con los pies en la tierra. Y aunque le sigo considerando responsable indirecto del día que volaron la empresa en que trabajaba, y no se me ha olvidado todo el daño que ha hecho al país en estos años, en que se ha dedicado a hacerse fotos y a decirle a todo el mundo lo guay que somos los españoles, como decía al principio, pienso que es el momento de actuar y por un momento, dejar los partidismos a un lado y hacer un único bando. Lo que pase después nadie lo sabe, porque todos sabemos que en este país la gente tiene muy poca memoria (de hecho mis canarios son capaces de recordar más cosas) y sólo son capaces de recordar lo último que les ha pasado, por lo que no sería improbable volver a tener otro gobierno igual en las próximas elecciones. Y por otro lado, esta situación es bastante inusual y peculiar, y de hecho desde la crisis del 29 no se ha visto nada parecido.

Una de las cosas que he leído en estos días es que estas generaciones de ahora (del 40 en adelante) son las primeras que no han vivido ningún desastre de dimensiones considerables, tales como hambrunas, pandemias o guerras y que este va a ser nuestro sacrificio. Es cierto que mi generación (la de los 70) no ha vivido nada de eso, pero sin embargo, también es verdad que parece que llegamos tarde a todo. Quitando los que compraron piso en los 90, los siguientes o bien ya no han podido comprar una casa, o lo han hecho a un precio astronómico. Nuestros padres no tuvieron que gastarse 12 años/sueldo en su vivienda, sino que hasta hace 15 años una casa no pasaba de 3-4 años/salario, un precio bastante razonable y cualquiera que trabajara podía permitirse una vivienda (qué menos ¿no?). La diferencia entre una casa y otra era la cercanía del núcleo urbano y los metros. Ahora la diferencia es que unos tienen casa y otros viven con los padres. Y tener una nómina no te hace acreedor de la posibilidad de tener vivienda. Es decir, que en 15 años la situación del ciudadano de a pie ha cambiado sustancialmente, como se puede apreciar.

Como decía antes, algunos ya habían hablado con palabras claras y sencillas que la crisis ya estaba aquí y que la torta iba a ser considerable. No hablo del populacho de taberna, que para todo tienen respuesta y solución, que todo lo sabían de antes y que arreglan el mundo entre vinito y vinito. Gente con estudios, que relacionaba esta línea de aquí con aquel cuadrado de allá, veía que las cuentas no salían, y que practicamente nunca o casi nunca la solución llega sola y que hay que buscarla. El más famoso de estos últimos años seguramente es Leopoldo Abadía, que nos trajo unas lecciones de economía de andar por casa, en donde explicaba con frases muy sencillas que lo que usted, lector casero, no entendía, tampoco lo entendían los que eran los maestros de la materia. Con frecuencia olvidamos que si 2+2 no dan 4, da igual que seamos neófitos o expertos en la materia. Las cuentas siempre deben salir, y si no salen, hay que repasar porque algo está mal. Con la Crisis Ninja nos enteramos por fin de qué iban lo de las hipotecas subprime, esos valores de «alto riesgo». Es decir, que nos puso de manifiesto lo que muchos intuíamos: que realmente no se sabía donde estaba el dinero invertido. Y esto empezó a generar suspicacias y sobre todo, inseguridad.

Lo de la crisis, ya he dicho en otras ocasiones que me parecía una patraña inventada. Entendámonos, no se trata de negar la existencia de la crisis. Se trata de que se ha magnificado su impacto a fuerza de avisar desde los medios de comunicación que la explosión de la burbuja estaba por llegar, que el fin del mundo estaba cerca y que íbamos a morir todos entre horribles angustias y tormentos. Tanto anuncio alarmista al final terminó por producir una desconfianza generalizada en todos los sectores (laborales, sociales, …). Nadie se atrevía a invertir por lo que pudiera pasar, por si mañana necesitaba el dinero para otra cosa. Y eso pasaba en la casa de cada uno. El coche que pensaba comprar se deja para más adelante, porque el de ahora aún funciona. Esa reforma que iba a hacer no se hace, «por si acaso». Esta desconfianza estancó la economía. Y esto es en microeconomía, pero es que la economía media ocurrió lo mismo. La empresa para la que uno trabajaba perdía clientes, y los que mantenía cancelaban proyectos o encargaban menos cosas. Todo lo que no era estrictamente necesario o no generaba dinero inmediato, se cancelaba (en el caso de las IT que es lo que mejor conozco, proyectos de I+D, proyectos de mejora de infrastructuras, oficinas de proyectos para medir la calidad, …). Y esto, como no, también tiene su reacción a nivel de macroeconomía. Viendo como está la situación, los inversores se muestran bastante reacios a invertir en deuda pública de España. No lo ven claro. Y este punto lo abordaremos en el siguiente paso.

¿Se ve el bosque igual desde fuera que desde dentro?

Yo tenía esa duda, pues desde dentro del bosque se ve poco, y lo que se ve no resulta demasiado halagueño. Aunque no puedo sacar grandes conclusiones de ello, pues mi visión es, en realidad, bastante reducida y sesgada a lo que conozco. ¿Podría extrapolar mi visión negativa a todo el campo de acción? ¿Mi pequeña muestra era representativa de toda la población?

Bueno, pues parece ser que sí. Fuera de España se nos conoce por pertenecer al grupo de los PIGS (Portugal, Italy, Greece & Spain). Nombre despectivo que habla por si solo. Según tal descripción somos la lacra de la Unión Europea. El sitio donde ningún inversor clásico querría meter dinero, por no saber si lo va a poder recuperar. Escudriñando un poco el por qué de tanta desconfianza a la hora de invertir en la deuda pública de España, los motivos son la alta morosidad bancaria y el alto endeudamiento. Y dígame, ¿usted invertiría en un país como este a la vista de tales cifras? Yo no. Se ve que esto es una ruleta rusa y poco bueno puede salir. Pues fuera de España también lo ven así, y no sólo ven esto, sino que ven un factor que usted puede ver también aquí mismo sin moverse de su ciudad, y que viene al hilo de lo comentado al principio: los inversores extranjeros tienen la percepción de que en España no se está haciendo nada para salir de la situación actual. Es decir, que el problema no es lo que pasa ahora, sino lo que va a pasar. Y de ello nos lleva avisando Niño Becerra desde hace un par de años. Niño Becerra es uno de esos tipos incómodo al que no gusta escuchar, porque dice cosas muy claras y que generalmente no son muy optimistas. Y son cosas que se pueden comprobar más o menos facilmente, sin ser muy avispado ni manejar conceptos económicos avanzados. Por ello, está copando actualmente los medios de comunicación, ya que todas las miradas se están volviendo hacia él, mientras él mira con condescencia a las cámaras, como queriendo decir: «ya os lo dije».

Si uno ha llegado hasta aquí, podrá explicarse fácilmente el por qué de esas medidas raras que ha tenido el gobierno a través de Zapatero y José Blanco, de elevar la jubilación a los 67 años, de cambiar la indemnización por despido, de paralizar las negociaciones con los pilotos. La primera lectura que uno puede hacer es que se han vuelto locos y quieren suicidarse políticamente hablando. Si uno lo piensa más tranquilamente, se puede ver que están intentando mandar un mensaje bastante claro hacia fuera: «Se están haciendo cosas para salir de este agujero. Queremos que volváis a confiar en nosotros. Somos de fiar.» El problema es que el mensaje por un lado llega tarde. 2 años tarde, que son los años que se veía que esto se hundía. De hecho, hace 2 años todo el mundo se felicitaba de que tuviéramos un gobierno tan rumboso que regalara 400 euros por la patilla. Parece que a la mayoría de la gente se le escapaba que esos 400 euros no eran del señor Zapatero, sino que eran de todos y que no se nos estaba regalando nada, y que posiblemente hubiera que volverlos a poner en breve. Por otro lado, la insistencia del ministro de economía en negar la realidad, negando el número de desempleo, negando las cifras de la banca, negando el déficit, o hablando de «brotes verdes» cuando se veía nieve por todos lados y el cielo encapotado, no ha contribuido precisamente a dar credibilidad al gobierno. Pero no han sido los únicos: la banca y las cajas de ahorro todavía siguen negando lo evidente. Y eso no gusta, porque como inversor parece que le estén llamando idiota a la cara. Si usted ve que las cuentas no salen y le siguen insistiendo en que están bien, es que delante de usted tiene a un idiota o a un fresco. El Santander publicó unos resultados de ejercicio excesivamente maquillados, pero no fue el único, porque el BBVA hizo lo propio, y las cajas. siguen cacareando que aquí no ha pasado nada.

En definitiva, todo el rato se está hablando de lo mismo. Se trata de un problema de honestidad. Si uno no es capaz de parecer sincero, nadie va a invertir nada. Y de ahí el «tour europeo» que está realizando estos días el gobierno, mostrando a nuestros vecinos las medidas tomadas, que somos gente seria y que esto ya está cambiando. Ya veremos si da resultado. De momento la desconfianza continúa, pero desde aquí no se alude a un problema nuestro, sino que la culpa es de los demás, que son muy malos y hablan a la espalda de nosotros. Algo de verdad hay, pero habría que hacer un poco de examen de conciencia, y admitir que lo que hay ahora mismo es patrimonio exclusivo nuestro, por vivir en un mundo irreal por encima de nuestras posibilidades. Y como contabamos en el cuento de los amigos, todos querían beneficiarse por igual aunque unos habíamos pagado más que otros.

Conclusiones finales

Esta es la lectura que he conseguido hacer después de analizar toda la información que me ha llegado en las últimas semanas. De hecho, creo que he aprendido más de economía en estos días que en el resto de mi vida y estudios.

Aunque mi familia y yo, como otras tantas, hayamos vivido hasta ahora de forma muy realista, dentro de nuestras posibilidades y no nos hayamos metido en quimeras imposibles de abordar, nos va a tocar lidiar con esto igual que al resto. Trabajaremos hasta los 67 años. Posiblemente no tengamos pensión, ya que detrás de nosotros no habrá nadie que nos respalde y sostenga el sistema de pensiones actual. Nos costará una fortuna tener hijos y tendremos que costearles la sanidad y el resto de servicios. Nuestro futuro es bastante incierto, y no podremos contar con nadie salvo con nosotros mismos. Este es el precio que tendremos que pagar por haber podido disfrutar de épocas de esplendor como la de los 80, y que es posible que no se repitan en mucho tiempo, incluso que no volvamos a verlas más a lo largo de nuestra vida, aunque mantengo la esperanza de equivocarme.

Cae un poco de nieve y nos quedamos incomunicados

Lo de antes de ayer fue una cosa rara. Rara no porque nevara, que es raro, pero admitámoslo, en Madrid nunca ha sido demasiado frecuente la nive, salvo un par de veces por año.


Pero lo realmente raro es que los mandatarios de un país no sepan organizar una respuesta a una pequeña nevada como las que ocurren casi cada día en Huesca o en los Pirineos. A mí particularmente me gustó la experiencia de ir con el coche derrapando para hacer 300 metros. Y de ver como los otros coches se atravesaban en medio de la calle al subir o bajar la pendiente. Pero a la gente que se pasó 9 horas en la M-50 sin poder dejar su coche, a esos si que les tuvo que hacer especial gracia.



Y cualquiera se preguntará ¿como los mandatarios no pudieron organizar un sistema preventivo de cara a evitar la nieve? Eso es lo que nos preguntamos todos. Porque no fue tanta nieve, nada que un poco de sal en las calles y en la carretera no quitara. Pero la sal no se echa sola, claro. Es lo que tiene. Debe ser alguien quien la reparta. Y para que alguien la reparta, alguien se lo tiene que decir. Y eso fue lo que falló. Nadie dijo «hay que echar sal».

La ministra de fomento, Magdalena Álvarez, una vez más ha dejado patente que nunca se ha enfrentado a nada complicado, y que hasta ahora, ha aprendido que si ocurre algo fuera de lo normal lo mejor es reírse y escurrir el bulto, bien echándole la culpa a otro, o bien diciendo que ha sido un poco culpa de todos (o «no hay que buscar culpables»).

Pues yo creo que si, hay que buscar culpables, porque hoy en día que un país se quede paralizado y que 4 copos tengan el mismo impacto que una huelga general no es de recibo. No somos un país tercermundista, tenemos un sistema de Protección Civil y servicios de emergencias y de prevención. Claro, que no vale con tenerlos, hay que usarlos y saber cuando hay que usarlos. En la misma tónica, Alemania o Polonia debería estar incomunicado siempre. Pero ello saben como reaccionar cuando pasan cosas así porque sencillamente es una situación que les pasa continuamente.

Siguiendo con la cadena de responsabilidades, Fomento negó que Protección Civil (dependiente del ministerio de Fomento) estuviera avisado del temporal, y culpa a los servicios meterológicos de no informar. Los servicios meterológicos hasta ese momento habían guardado un discreto silencio para no decir lo que todos sabían. Pero ante una acusación directa, no les quedó más que decir la verdad. Protección Civil estaba avisada, pero no hicieron caso, porque pensaban que sería cosa de poco. Y es que ese es el gran problema de nuestro país. Siempre pensamos que las cosas se arreglarán solas, o mejor aún, que las arreglará otro. Pues así fue. Protección Civil no hizo absolutamente nada hasta que ya era obvio que la ciudad estaba hecha polvo (polvo de nieve). El servicio meteorológico no avisó correctamente de las magnitudes del problema en un inicio (24 horas ante) pero sí fue actualizando su previsión, con lo que 12 horas antes ya se sabía que la cosa era mucho peor de lo que se imaginaba. Aún así no se hizo nada. Protección civil empezó a mover el culo cuando les tiraron de las orejas por no haberse puesto en funcionamiento por la noche. Y no es la primera vez que hay discusiones sobre quien puede mandar a quien ponerse en funcionamiento. «Tú no me mandas a mí», «a mí solo me manda Fomento», «pues si no vas Aguirre te va a hacer no se qué», «pues a mi tu Aguirre no me da miedo». Y pasa lo de siempre.


Y es que los sistemas de emergencia y de defensa del país ya han quedado en entredicho numerosas veces, ya que no están preparados para actuar ante situaciones no ya extraordinarias, sino ligeramente distintas. No quiero ni pensar lo que ocurriría si hubiera algún desastre natural de grandes proporciones. Bueno si. Nada.


Referencias:
http://www.abc.es/20090109/nacional-nacional/tiempo-200901090216.html
http://www.elpais.com/articulo/espana/nieve/pone/jaque/todo/centro/Espana/elppgl/20090110elpepinac_1/Tes

2008, el año en que no hubo SIMO

Yo creo que a estas alturas de la película la mayoría ya lo sabe, pero por si acaso, hoy lo han confirmado del todo.

http://www.elpais.com/articulo/internet/crisis/puede/SIMO/elpeputec/20081014elpepunet_5/Tes
http://84.20.29.41/es/cargarAplicacionSalaPrensa.do?identificador=23

Llevábamos varios años (desde el 2004 tal vez) que el SIMO tenia visiblemente menos expositores y la superficie de feria se estaba reduciendo. Bueno, hasta ahí nada fuera de lo normal, porque lo del año 2000 fue mucha tralla, y se puede decir que ahí fue cuando el SIMO tocó techo (se pasó de 7 a 8 pabellones, y luego hasta 10, justo los años 99 y 2000). Pero poner un stand aunque sea enano costaba mucho dinero, y si lo pones, lógicamente era para rentabilizar la inversión.




Aunque el SIMO se ha querido vender todos estos años como la «feria para los profesionales de la informática», el ocio y el mercado de consumo ha tenido gran visibilidad dentro de la feria, hasta llegar a niveles de que la chiquillería que había corriendo por allí era insoportable. Nunca he entendido qué pintaban las Playstations en una feria profesional de informática, ni por qué esa forma de regalar cosas desproporcionada, especialmente por parte de las Telecos (sobre todo Telefonica y cuando existían, Terra y EresMas). Tú no puedes enfocar la feria hacia 2 mercados enfrentados. O va para el mercado doméstico, o va para el mercado profesional, pero para los dos no puede ser. De hecho, si alguno ha ido a otra feria profesional de las que tiene lugar dentro de IFEMA, por lo general suelen estar enfocada hacia mercados profesionales (p.e. Intersicop, la feria de la pastelería, nunca verás otra cosa allí que no sean pasteleros y panaderos) y lo bueno de esas ferias es que: 1. No es nada fácil entrar ni conseguir entradas. 2. Aunque entres te va a dar lo mismo porque ni te van a regalar nada ni te va a gustar lo que te enseñen. 3. No te van a hacer caso si no tienes un negocio.

Pero la idea que ha subyacido todos estos años es que el SIMO era la «feria de los regalos», y eso a mí como profesional del sector me ha jorobado bastante, pues el regalar tanto boli, tanta pegatina y tanta chorrada inútil ha redundado en que no se pudiera ni andar por los pasillos de Ifema y todos los críos estuvieran por allí a ver que podían llevarse. Que aunque lo abrieran 2 dias y medio para el público en general, recuerdo las primeras ediciones del SIMO a las que fui, allá en el 1994, cuando el día de público era el domingo (sólo hasta las 3) y todavía se podía andar tranquilamente por los pasillos.

A lo que voy es que lo que ha pasado dificilmente se puede achacar a la crisis. La ausencia de expositores era patente desde hace años (de hecho, no sé si algunos os habéis dado cuenta de que Sun Microsystems nunca ha venido a la feria, sencillamente porque nunca ha visto que eso le pudiera beneficiar de manera alguna) y cada año va a menos, hasta verse las cosas curiosas de estos últimos años, como que Microsoft cogiera una pabellón entero y Microsoft otro. La única decisión coherente que se ha tomado fue llevarse el e-life a otro pabellón y hacerlo como lo que es, una feria independiente organizada y patrocinada por El Corte Inglés, y dejar el resto de pabellones más o menos limpios, para lo que deben ser, una feria del mercado profesional de la informática. Los mayores clientes de la informática de negocio son los bancos, las telecos y las consultoras y hasta ahí sería lógico pensar que son los que tienen que estar en este tipo de ferias. Que vengan otras empresas a mostrar su hardware y su software también es lógico, porque puedes atraer nuevos clientes, pero que levante la mano el que haya conseguido vender su producto en el SIMO o gracias al SIMO. Por Dios, si recuerdo que en el 2002 compré un antivirus llamado Norman por 6 euros porque me regalaron una caja de nubes de un metro de alto (de verdad que si yo fuera el creador del antivirus lloraría de rabia de ver como mi programa es el regalo de una golosina como si de una revistilla de kiosko se tratara).

Otro tema que clama al cielo son las dificultades que ponia SIMO para acceder a los profesionales (en mi caso particular siempre he entrado gratis y reconozco que algunos años directamente me he colado, y eso pese a estar trabajando en empresas del sector, y tener que buscarme la entrada de alguna forma extraña, ya que a las consultoras no les regalan entradas, y eso que teníamos expositor en la feria). Veias profesionales en la puerta luchando con la tonti-azafata intentando demostrarle de todas las formas posibles que eran auténticos profesionales, y la tía erre que erre. Que si no trae una tarjeta de visita no le pueden dejar pasar (como si las empresas te dieran tarjetas de visita cuando empiezas a trabajar para ellas) mientras veian niñatos con la gorra para atras que entraban sin ningún problema por delante suyo.

Así que finalmente el SIMO ha tenido que cerrar este año (y lo ha anunciado a 2 semanas de su apertura, han aguantado hasta el último momento) y mucho me temo que tendrá que «reinventar el concepto» o «reinventarse a si misma» (conceptos muy en boga hoy en día pero que vienen a decir que o cambian de tercio o no se comen un colín). Esto no es nuevo y ya les ha pasado otras veces. ¿O no sabéis lo que quieren decir originalmente las siglas de SIMO?

Justamente, Salón Internacional del Mobiliario de Oficina.

P.D. La organización dice que no es que lo anule, sino que lo posterga hasta el 2009. ¿Alguien se cree que van a hacer 2 SIMOS tan seguidos?

Pendrive y la inteligencia del ser humano

El jueves pasado 1 de junio me fui a trabajar como cada mañana. Todo fue normal hasta que llegué al trabajo. Pero al llegar me di cuenta de que ya no tenía el Pendrive donde llevo todas mis cosas. El dia anterior me habian roto la cerradura del coche (para variar, pues es un hecho que se repite con bastante periodicidad) así que ya sabemos como pudo «perderse». En el Pendrive no llevo muchas cosas, y desde luego ninguna interesante para alguien que lo encuentre, aunque sí bastante para mí: Curriculums, los partes de actividad de la empresa, mi agenda, algunos programas en visual basic, enlaces de internet, apuntes de Procesadores de Lenguaje, mi Proyecto de Fin de Carrera y poco más. Lo que se suele llevar en un Pendrive. Pensaba que no sabría nada más del dichoso Pendrive cuando el martes recibo una llamada oculta. Era el ladrón, que resultó ser más corto que las mangas de un chaleco. Transcripción de la llamada:


– Hola ¿Eres Alejandro?
– Si, ¿qué quieres?
– ¿Has perdido un pendrive gris? (perdido … qué eufemismo)
– Sí, ¿lo has encontrado?
– ¿Me puedes decir cual es el código secreto? (¿Da Vinci?)
– El código secreto ¿de qué? (la verdad es que no tengo ni idea de a qué se refería)
– (click … fin de la llamada)


La verdad es que era bastante fácil dar conmigo. Con ver mi curriculum o la agenda podía haber obtenido mis datos y hacerme llegar el pendrive. O haber exigido un rescate (aunque no os lo creáis, la gente es tan hija de puta de pedir dinero por devolverte tus cosas). De hecho, no sé para qué le puede interesar a alguien un pendrive con una agenda que no es tuya. Además, un pendrive usb de 1Gb hoy en día cuesta unos 20€. Vamos, que no es algo prohibitivo precisamente. Por lo general, para la persona que lo pierde suele ser importante esa información que va dentro, y si no tiene copia de seguridad, le puede hacer bastante daño esa pérdida. Por ello, en estos casos suele ser habitual dar una compensación económica a la persona que tiene el detalle y el sentido común de devolverlo (a él no le vale para nada, y hay una persona a quien le puede o bien solucionar la vida o bien rompérsela).

Pero en el caso que nos ocupa nos encontramos con alguien con muy pocas luces. No sólo no intenta devolverla (eso que pierde) sino que encima llama no se sabe bien con qué fin a tocar las narices. Por la pregunta parece que de informática sabe más bien nada.

Otras veces que hemos perdido algo a veces hemos tenido suerte y lo han devuelto. Incluso una vez nos devolvieron la cartera con dinero y todo. Por desgracia, hay gente buena, gente lista, y gente subnormal. Y por ello, de vez en cuando te toca un elemento de este último grupo.

Y con esto me hago la siguiente reflexión. ¿Qué hubiera ocurrido si yo no hubiera tenido copia de seguridad de todo? ¿Tendría que estar pendiente de que aquí mi amigo decidiera llamar? ¿Cuanto te puede llegar a fastidiar perder tu pendrive? ¿Cuanto tiempo y esfuerzo necesitas para rehacer la informacion? ¿Qué hubiera pasado si no tuviera copia de mi proyecto de fin de carrera?

Podéis imaginaros la desesperación que puede suponer para alguien perder su PFC antes de entregarlo? Puede llorar, patalear, enrabietarse, y todo porque un hijo de la gran puta ha decidido ser más tonto de lo que ya es cada día y quedarse con una cosa que ni le va ni le viene. Imaginaros cuanto podría estar dispuesta a pagar una persona por su PFC del que no tiene copia. Vamos, que si el que lo ha robado o encontrado es un poco listo, hace negocio y le saca partido, y así hay dos personas felices. El del pendrive recupera su valiosa información y el chantajista se saca una pasta gansa. Es decir, que para una persona lista, sólo cabrían 2 caminos: Devolverlo gratis (si el tío es legal) y devolverlo a cambio de un dinerillo (y aquí la cifra depende de la informacion que va dentro, y de lo cabrón que pueda ser el que lo encuentra). Pero cuando a la mala fe, se une la estupidez, tenemos una combinación dificilmente predecible, porque el ladrón puede ir incluso en contra de sus propios intereses (como es este caso que he contado).

Por otro lado, cuando una persona encuentra algo (un libro, una bolsa, dinero), el mayor problema para devolverlo es que no hay manera de hacerlo. Algunas personas llevan estos objetos a «Objetos Perdidos» (en la Plaza de Legazpi). Si te encuentras una cartera, con mirar el dni posiblemente des con las persona. Si es un móvil y está encendido, llama a cualquier número de la agenda. La persona que lo coja te dirá de quien es. Si es una mochila, se puede mirar dentro buscando algún dato identificativo (muchos libros vienen con el nombre en la primera página, o puede ser de una biblioteca, con lo que es fácil ver quien tenía prestado ese libro). En realidad. En el caso particular del dinero … pues es obvio que resulta muy muy difícil localizar al dueño. Si el dueño no aparece reclamándolo, no es posible devolverlo. Pero este es el único caso.

Por lo general, si te encuentras algo y resulta difícil encontrar al dueño resulta más difícil resulta más fácil quedárselo (con el pretexto de «para que se lo quede otro … me lo quedo yo»). Cuando ves un nombre, un dni, un teléfono, no hay excusa que valga. Si te lo quedas, eres un maldito ladrón, y punto. No hay medias tintas. Por otro lado, dependiendo de la importancia del objeto (un maletín, trabajos, un anillo grabado, …) piensas en lo importante que puede ser el objeto para esa persona y si no se es extremadamente ruin y/o tonto, uno lo devuelve a la mayor brevedad para hacer el mínimo trastorno, y porque igualmente es lo que a uno le gustaría que hicieran. Si a alguien de mi entorno le desapareciera algo, me gustaría que se lo devolvieran, así que por sentido común y aunque fuera egoistamente, también yo tendría que devolver lo que me encontrara para poder exigir a los demás lo mismo.

Sitios para buscar / avisar de objetos perdidos:

Si lo pierdes en el autobus, puede que tengas suerte y puedes ir a buscarlo a Calle Cerro de la Plata nº 4 – 28007 MADRID o llamar al telefono 902.50.78.50. Incluso hay una lista con lo que se han encontrado hasta ahora. Si te lo encuentras en el Metro, se lo dejas al de la taquilla, o si no hay, También puedes ir a reclamarlo a Oficina de Objetos Perdidos del Ayuntamiento de Madrid, Paseo del Molino nº 7 – 28045 – MADRID Telef.: 91.527.95.90. También se puede mirar en el diario Qué, que dispone de un foro para avisar de cosas perdidas y encontradas. O en Explanada, que tiene otro foro donde se anuncian objetos extraviados y encontrados. Aquí tienes un post majete sobre objetos perdidos. Por último, un artículo de Consumer.es muy interesante sobre los objetos perdidos.

Y poco más deciros. Por suerte esto sólo ha sido una anécdota, y una manera de alegrarme por tener copia de mis cosas. Cosa que siempre se recomienda, pero que la mayoría de las veces no se hace, y luego vienen los disgustos. El pendrive puede acabar en la lavadora, o el ordenador achicharrado por un pico de tensión o cualquier otro desastre, incluyendo a los hijos de puta que pululan por tu barrio. El caso es que en un momento puedes perder todo tu trabajo y quedarte con cara pasmada (si no tienes copia, puede costarte incluso minutos recuperarte de la impresión … ya lo he visto otras veces) o quedarte con una sonrisa pensando el famoso what if… (qué hubiera pasado si no hubiera sacado la copia ayer … ufff por poco).

Bueno chavales, nos vemos.

Por cierto, defiendo mi proyecto este mes … si todo va bien.

Y si al fin consigo el título … no aparezco por la universidad en un tiempo muy largo (como mucho de visita).