Nosotros íbamos desde Madrid para asistir a la misa de nuestro amigo Julio Ramos Ballano.
Llegamos a Guadalajara, y aparcamos en las inmediaciones de la iglesia. Hemos intentado acceder al lugar, y tras ponernos muchas trabas, hemos conseguido acceder a la catedral. Cuando hemos entrado, nos ha sorprendido ver tantas cámaras, pues era deseo expreso de la familia que no hubiera prensa. Pero es que la estrella de esta misa comercial no eran los 11 héroes de Guadalajara, ni la familia de las víctimas. ¡Qué ingenuos por pensarlo!. A los pocos minutos han llegado los políticos demagogos, esos que nunca se explican las cosas que pasan, pero que tienen ríos de saliva para enfrentarse entre ellos. Tras unos merecidos abucheos, han irrumpido en la catedral. Nosotros también les hubiéramos hecho lo mismo, pero estábamos en la casa de un tal Dios (que por lo visto lo tenían escondido, porque no se le veía por ningún sitio) y no lo hemos considerado adecuado. Así que como buenas personas que somos, nos hemos callado, mientras se sentaban en alguno de los 11 bancos que tenían reservados. Tantos como bancos tenían reservadas las familias, a razón de 5 personas por banco.
Mientras tanto, los retenes llegaban a las puertas y se les impedía el paso, supongo que por no venir con el traje de gala, ya que los muy perezosos se habían entretenido apagando un fuego, no como el Príncipe, y su mujer, trabajadores como ellos sólos, que habían llegado sólo 5 minutos antes. Un policía aborregado y muy obediente a sus amos, les ha increpado que para entrar necesitaban haber llegado antes de las 6 (cochina mentira, porque nosotros llegamos a las 8 y entramos …) y tenían que ser familiares de las víctimas. Un retén era el novio de una de las víctimas. -Pues a este sí le dejo, y los otros los mando a paseo, pero se lo digo en privado, que la gente empieza a ponerse tonta con que los deje pasar.- El chico, que los tiene muy bien puestos, dice: «O entramos todos, o ninguno». Y no entró ninguno. Y es que la iglesia ya estaba llena. Tan llena, que no hubo sitio ni para Dios (literalmente):
Unos 30 curas haciendo el paripé, 55 políticos sentaditos en primeras filas, no sea que alguno se canse de estar de pie, todos muy trajeados, como para hacerse una foto ¿dije foto? Qué curioso . Había tantos bancos destinados a políticos como a la familia directa de las víctimas (5 plazas por familia … 55 plazas). En la parte izquierda han colocado a los politicuchos, mientras que en la parte derecha estaban las familias. Lo correcto hubiera sido colocar a las familias delante del todo, a continuacion a los amigos, y al final del todo, de pie, a los fotogénicos que venían a chupar cámara. Pero no. Esta misa era por y para Los Príncipes y para Bonobús, la vicepresidenta de bastos (Zapatitos no vino a dar la cara, y mandó un esbirro), y la Ministra de chapuzas ambientales, entre otros personajillos. Para los retenes, igual que para Dios, no había sitio en esa iglesia, que con la presencia de 30 curas babeando por estar entre gentes importantes habían llenado por completo lo que en principio era un homenaje a los 11 héroes de Guadalajara.
Y claro está. Los Príncipes y políticos pueden llegar a las ocho y pico, y pueden acceder sin problemas (con recibimientos pomposos y peloteo incluido) pero un retén que viene de apagar un fuego no puede acceder al circo mediático, porque no son bien recibidos. Curiosamente, SI habia sitio más que de sobra dentro de la iglesia, pues aunque sobraran 29 curas y 55 políticos, había un banco vacío, de la familia que no pudo o quiso participar en este espectáculo comercial, y en la parte donde se sentaron los príncipes, había sitio para 3 bancos, como de hecho los había en todos los receptáculos laterales de la iglesia. Pero era más cómodo tener a los Principitos bien acomodados, al igual que a los políticos, pues ya se sabe que la Iglesia no goza últimamente de buena salud, y siempre conviene no ponerse a malas con los que manejan los presupuestos, no sea que los representantes de Dios no vean un duro los próximos años. Y da lo mismo si por ello se desmerece a los familiares, o a los compañeros de los retenes. Allí se iba con dos objetivos: ofrecer un espectáculo audiovisual por televisión, y hacerse las fotos de rigor, para que todo el mundo sepa lo sufridos que son los ministros. Y los dos se cumplieron a las mil maravillas.
Si Dios no tuvo su sitio dentro de esa iglesia, o si el retén se quedó fuera, son efectos colaterales sin mayor importancia.
Ante tal atropello y burla, uno de nosotros se acercó al Obispo de Guadalajara, José Sánchez González, al que le dijo: «Don José, Jesús echó con un látigo a los que comerciaban en la casa de su padre ¿Qué opina usted?«. Respuesta del comercial de Dios (uséase, el señor obispo): «No es para tanto, no es para tanto«. Y esa fue toda su respuesta. A otra persona que presuma de cristiana quizá se le habría caído la cara de vergüenza, pues se habría visto retratado vivamente en dicha escena, pero es que el obispo es mucho obispo. La iglesia somos todos, pero «todos» son quienes dice el señor obispo. «Todos» son los Príncipes, «todos» son los políticos, «todos» son la prensa. Pero «todos» no son el resto de cristianos que ingenuos se creen aún que son parte de la Iglesia (que sólo cuenta con ellos a la hora de pasar el platillo), ni los retenes, ni el propio Dios, que seguramente tendrían escondido en algún armario, si él mismo no hubiera podido escaparse de allí minutos antes, suponiendo que alguna vez haya estado.
Si allí hubo un dios, fue el «Dios» de los 30 curas que allí moraban, un dios de bolsillo, de quita y pon, sin ojos, y sin personalidad. Un Dios que cobra bajo cuerda, que se hace fotos para sacarlas en los periódicos, un Dios que te invita a su casa y luego te deja en la puerta para recibir a amigos más importantes que tú.