La Cabra o ¿quien es Sylvia?

Hablar de «La Cabra o ¿quien es Sylvia?» es hablar de José María Pou. José María siempre suele tener un semblante serio, profundo, y hasta se diría que atormentado. En los últimos años ha estado su rostro en televisión, en la serie «Policías, en el corazón de la calle» y he de decir que el papel de comisario comprometido con el destino torcido le iba bastante bien.

Pero José María no se hizo famoso por la tv, sino por sus actuaciones teatrales, que suman más 50 ya las obras en las que ha intervenido, sin contar lo de cine y televisión.

Aquí le vemos de nuevo en el papel que más acostumbra a hacer. En este caso no sólo protagoniza la obra sino que además la dirige. Los otros 3 actores que le acomopañan son Alex García, Amparo Pamplona y Juanma Lara.

La historia trata en torno a un matrimonio que está asentado en la clase alta y donde las cosas van más o menos en la línea de lo normal … terriblemente normal. La monotonía se rompe cuando el protagonista desvela a todos que está enamorado de una cabra. Y es aquí cuando el mundo aparentemente sólido de esta familia se rompe en pedazos … como la mitad del decorado. De hecho, la gran fuerza de esta obra para reflejar la tensión que viven los personajes es que en cada discusión del matrimonio, agarran un jarrón, un florero o lo que tengan más a mano y lo estampan contra el suelo lo más fuerte que pueden. Es decir, que de una función a otra hay que reponer todo lo roto y barrer el escenario.




Las muestras de humor que tiene la obra están dentro del surrealismo que tanto gusta a Pou. De hecho, la trama principal de la obra (el amor por la cabra) ya resulta cómico per-se, sólo con imaginar que alguien pueda perder los papeles de esa forma por un animal e incluso por un objeto inanimado si llegara el caso. El hijo, crecido por las circunstancias, se ve en la posición de que si su padre puede ser especial, él también. Y resulta que al final ninguno era tan normal como aparentaba ser, y todo el amor que se tenían unos a otros resultaba bastante más condicionado de lo que ellos mismos podían imaginar.

Es una obra que invita bastante a la reflexión. No es una obra para pasar un rato ameno y olvidarse de todo, ni la típica comedia que a todos agrada. Al que le guste mucho el teatro, es muy posible que llegue a comprender la obra y a alabarla en su justa medida. El que vaya esperando pasar un rato agradable, sin duda saldrá con una sabor agrio del teatro.