Comienza el juicio contra Noelia de Mingo

Ya han pasado varios años de aquello y cuando parece que las familias empiezan a levantar cabeza, es momento para revivirlo todo una vez más durante el juicio de Noelia de Mingo. Esta persona salió tristemente a la luz pública hace 3 años cuando no pudo evitar obedecer a las voces que gobiernan su mente, que continuamente le dictaban lo que debía hacer. Pero algo más reprochable que la actitud de la tal Noelia, son su familia, sus superiores y los directivos de la Fundación Jiménez Díaz, que conociendo de sobra el estado de Noelia, su enfermedad, y la total ausencia de tratamiento, la dejaban ejercer como si su profesión permitiera este nivel de irresponsabilidad. Total, si nunca ha pasado nada. Vale. Y ahora ¿qué? ¿se la mete en la cárcel y todos felices? En esta historia ya no puede haber final feliz, ni tampoco justo. 


La única compensación que se puede esperar es que aquellos que aplaudieron a la tal Noelia y que la conservaron en su puesto en lugar de ponerla a contar árboles o en un lugar donde no peligrara la vida de nadie, la hagan compañía durante los 30 años que fácilmente la caigan (siempre que no se libre por enajenación mental o cualquier otro burladero legal). De esta forma, quizá su familia comprenda de una vez la enfermedad de su hija, que parece que a estas alturas todavía no es consciente del grado de responsabilidad que ellos mismos tienen sobre estos sucesos. Esta familia, chapada a la antigua, todavía piensa que un hijo esquizofrénico es para esconderlo, que nadie se entere de lo que tiene, no sea que la familia quede marcada y deshonrada. Si esta familia se hubiera preocupado sólo un poquito por su hija, hubiera sabido que dependía del tratamiento para llevar una vida normal, y que hubiera sido mucho más positivo para ella el poder llevar una vida casi normal. En su lugar, la han condenado a una vida a medias entre la cárcel y el hospital psiquiátrico. Aparte de que ya no volverá a ser Noelia de Mingo, sino «la que se cargó a 3 personas en La Concepción». Si eso es lo querían para ella, ya lo tienen. Ha quedado claro lo mucho que la quieren y lo orgullosos que se sienten de ella.


Por otro lado, y debido a las paradojas e ironías de la vida, Leilah (la doctora que asesinó Noelia) solía tratar con esquizofrénicos. Era una enfermedad que ella conocía bien, y sabía que mientras estuvieran medicados, no entrañaban ningún peligro, pues las voces desaparecían. Tuve la oportunidad de conocer a Leilah en el Hospital Clínico de Madrid. Ambos éramos voluntarios en aquel hospital y nos dedicábamos a acompañar a los enfermos que pedían compañía. Los días en un hospital cuando estás en una cama sin nada que hacer pueden ser eternos, y la tv deja de ser una distracción cuando no tienes otra cosa que hacer. Recuerdo que Leilah se desenvolvía muy bien, y sabía capear muy bien cualquier situación. Imaginaros lo que es presentarte en una habitación delante de alguien que no conoces de nada, y entablar una conversación desde cero, y todo ello haciendo que parezca de lo más natural, como si fuera lo más normal del mundo. Ante esto, cada persona reaccionaba de manera distinta, aunque la reacción más común era la aceptación de tu presencia. Con algunos pacientes que estaban allí semana tras semana se llegaba a hacer amistad. Pero era raro llegar a este punto, porque lo más normal es que la gente nunca esté más de 15 días, por lo que coincidíamos 1 o 2 veces como mucho. Por otro lado, es difícil animar a alguien que no conoces de nada sin que suene a tópico o superficial. Si no la conoces de nada ¿como le puedes decir que todo va a ir bien sin que suene a falso? Y claro, antes de intentar convencerle a él, te tienes que convencer tú para decirlo con un mínimo de seguridad. Pues allí estaba yo con estas dudas (como la mayoría, creo), pero Leilah cogía la conversación y tiraba adelante con lo que fuera, sin patinar en ningún momento. Como solíamos ir en parejas, para que nadie se quedara atascado o en un silencio incómodo, siempre era bueno llevarla como compañera. Sabías que todo iba a ir sobre ruedas. Por otro lado, su implicación era bastante grande, y se preocupaba de los enfermos más allá del hospital, por como les iba después de recibir el alta. Generalmente, los enfermos entran y salen y su vida apenas cambia. Pero hay otros que no pueden volver a trabajar, o que su día a día cambia radicalmente. A veces es el caso de la gente con enfermedades mentales. Y este tipo de enfermos es difícil de visitar (al menos al principio) porque en primer lugar, vas con algo de miedo y además no sabes ni remotamente lo que te vas a encontrar, ni por donde te van a salir. Necesitas bastante «rodaje» para poder desenvolverte con soltura y mantener el control de la situación continuamente, pues en cualquier momento te pueden hacer una pregunta para lo que no tengas respuesta, o tener una reacción inesperada ante algo que digas o hagas.

Enlaces:
http://query.nytimes.com/gst/fullpage.html?sec=health&res=9C01E4D71638F937A35757C0A9659C8B63
http://www.elmundo.es/elmundo/2006/05/07/madrid/1146990185.html
http://www.elmundo.es/elmundo/2006/05/09/madrid/1147159683.html
http://www.telemadrid.es/actualidad/noticia.pag?codigo=150555
http://www.lavozdegalicia.es/buscavoz/sugerencias.jsp?TEXTO=1743424
http://www.elmundo.es/elmundo/2006/graficos/may/s2/hospital.html

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