Al principio había algún problema y el concierto no empezaba, por lo que Txus decidió pegar un repaso a la actualidad nacional, y a la iglesia (un tema que siempre le apasiona y del que generalmente no suele quedar nadie indiferente). Y con media hora de retraso, empezaron a sonar los acordes de Volaverunt al órgano. Después continuaron con la Posada de los Muertos, y un poco más adelante, la esperada «Cantata del diablo». Sin embargo, cuando Mägo de Oz toca en directo, le pone un tempo más rápido que en los discos, y a José Andrea a veces le cuesta seguir la melodía, como en este caso. Lo bueno de los conciertos de Mägo de Oz es que le pasa lo que a los de Celtas Cortos. Tienes a una auténtica banda con 15 o 20 instrumentos, todos sonando a la vez o por tandas. Y cuando lo hacen, y lo hacen bien, es magnífico. En el caso de Mägo, siempre que los veo en directo me voy con una sensación muy buena, pues son directos muy elaborados y muy buenos.
Para acabar, casi al final se fue la luz. Nosotros no aguantamos más y nos marchamos, porque ya era bastante tarde, y la cosa se podía dilatar bastante. Después tocaron el Santo Grial, Molinos de Viento y ahí terminaron.