Quería haber escrito esta entrada hace mucho tiempo, pero precisamente la causa de no poder hacerlo es la misma que da origen a este post.
Hace algunos años llegó nuestro primer hijo. Estás muy contento porque la llegada al mundo de un hijo es lo más grande que te puede pasar, pero sabes que a partir de ese momento cambian muchas cosas porque todo tu mundo gira en torno a él, y todo tu tiempo también. Hasta ese momento teníamos una buena organización que funcionaba y que hacía que pudiéramos compaginar trabajo + ocio + amigos + familia + obligaciones sin que ninguno se resintiera especialmente. A partir de aquí, pensamos que habíamos perdido el control de todo nuestro tiempo, que hasta que fuera algo mayor no tendríamos ocasión de ir al cine o de volver a esquiar.
Con la llegada del primero el tema organizativo se resintió, para qué engañarnos. Hubo que dejar algunos aspectos de lado, o reconfigurarlos para que la reciente incorporación a la familia tuviera su sitio. Durante los dos primeros años fuimos sobreviviendo, compaginando todo lo que veníamos haciendo hasta entonces con nuestra faceta de padres.