La historia de Trapillo (o Trapote, o Trapete, como se llame)

Entre todo el ruido que suele ser Twitter, rincón de opinión fácil y lugar habitual de turbas incendiarias y bandos polarizados, aparecen de vez en cuando joyas como este que cito aquí debajo, comentada de manera sublime por Eugeinio d’Ors. Si el año pasado por estas fechas Internet nos obsequiaba con aquella historia maravillosa de la «Recreación de lo que viene siendo un grupo de Whatsapp de padres» este año la historia de #Trapillo promete ser de lo mejor que nos dé el 2018.

A continuación, la historia de Trapillo.

Tras el terrorífico relato, con el que pueden sentirse identificadas buena parte de las familias con hijos pequeños, al llegar el doingo muchos querían saber qué había sucedido con Trapillos (o como diablos se llame) durante el fin de semana. Y sus deseos fueron órdenes:

Actualización:  Eugenio ha vuelto con la evaluación que le ha hecho la maestra.

 

Actualización 2: Eugenio nos cuenta cómo son los festivales navideños:

5 opiniones en “La historia de Trapillo (o Trapote, o Trapete, como se llame)”

  1. Me siento identificada plenamente. Cuando lo comenraba con otros padres para intentar erradicar estas «pesadillas» parecian no entenderme, por lo que pensé que era una visión particular. Ahora me siento respaldada.

    1. Hola María, a todos nos pasan historias parecidas, si no iguales. Mismamente la semana pasada, a las 3 de la tarde del sábado nos avisan de que para el lunes tenemos que llevar una lámina de goma-eva para el mayor. Y estamos temiendo que en cualquier momento nos toque llevarnos a algún muñeco-bicho-mascota a pasar el fin de semana.

      Al final, me da la impresión de que continuamente nos están poniendo deberes a los padres, ya que de sobra saben que un niño de entre 2 y 5 años no puede hacer ese tipo de tareas. Entiendo que es para que los padres se involucren en la educación de sus hijos pero al final no dejan de ser «deberes para padres».

  2. Pues hoy me ha tocado a mí traerme a trapollas, en mi caso una Caperucita Roja bastante tétrica, de trapo, con unas trenzas que en algún año ondeaban al viento pero que ahora están fijas, como sin llevara gomina, de la mieeeeerrrda que tiene, en el resto del vestido de la Caperucita sucia, digo Roja, tiene restos de fluidos/mocos/no quiero saberlo, que porque sé que no hay ninguna caso de coronavirus, sino de buena gana se la daba al perro para que se acabara el cuento y por fin el lobo fuera el feliz.
    Lo dicho en un día devuelvo a Caperucita sucia y el consiguiente trabajo de estudio fotográfico haciendo poses fingidas.
    No estás solo

    1. Hola Miguel, muchas gracias por compartir tu dolorosa experiencia con esta nuestra comunidad de afligidos y atormentados padres.

      Ya es casualidad, nosotros hemos sido «agraciados» hoy con el Libro Viajero, otra manera similar de tortura para los padres.

      Trapito o Traputo o Trapero nos tocó 2 veces con el mayor, así que ahora estamos esperando su vuelta de nuevo. No la esperamos con impaciencia, o sí, por quitárnoslo de enmedio.

      En cuanto a Caperucita, yo aprovecharía y le haría un book con poses sensuales, así como insinuándose al lobo, o si es posible, ponerle la mirada perdida y una motosierra en la mano y la cabeza del lobo en la otra. Quizá así se quitaba la cosa de hacer circular los bichos estos entre los padres.

      Sigo pensando que estas cosas son espectaculares sólo en la cabeza de quienes se las inventan, pero que a la hora de la verdad no dejan de ser «deberes para padres» sin más.

      Hasta pronto,

  3. Mis hijos son un poco más mayores. A nosotros no tocó más de una vez salir corriendo, un sábado por la tarde, al Corte Inglés para comprar un pez que sustituyera a la mascota de la clase que nos habían entregado, moribunda y en una pecera que no reunía las mínimas condiciones de supervivencia, el día anterior. Naturalmente era un pez que, casi todos los lunes, acusaba sorprendentes cambios de tamaño, color o comportamiento.

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