Cuentos e historias: La boda de mi hermana

Os dije que el sábado pasado se casaba mi hermana y que os iba a contar cómo había ido la cosa. Pues aquí voy.

Llegamos a la iglesia.

Mi hermana había preparado cuidadosamente todo el sarao, pero yo me encargué de aportar también mi granito de arena. Vaya que sí. Por ejemplo: para que cantasen, había contratado a los mismísimos ángeles. Anda que no es chula la tía: se casa, y con un coro de ángeles. Como si fuese barato conseguir que bajen tropecientos angelitos a cantar a tu boda… Pues a todo lujo, oye.



Pero yo andaba un poco pelado de dinero (para qué lo vamos a negar: sinceridad al poder), así que se me había ocurrido una idea. Me apañé unas escopetas de aire comprimido, y desde los bancos del fondo monté un chiringuito: «tiro al ángel». Por 500 pelas podías disparar tres tiros a los angelitos que andaban flotando por ahí. Y si le dabas a alguno, tenías premio: podías elegir entre una botella de aguardiente, o una muñeca hinchable.
Esa era la idea, porque anduve un poco mal de tiempo y no pude comprar ni el aguardiente, ni las muñecas. Así que el premio se quedó en elegir entre pegarle un trago a la pila de agua bendita, o llevarse la estatua de un santo.
Al principio no se animaba mucha la gente, pero no veas lo larga que es una boda. Y quieras que no, los invitados se aburren. ¿Y qué mejor para matar el tiempo? Pues matar angelitos (si es que yo, vista empresarial, la tengo de lince).

Y en un pis-pas se puso aquello que no veas: tiros por todos lados, pajarracos de esos gritando como locos, los invitados que se pegaban por coger las escopetas… Menudo espectáculo. Y los angeles, que no sabían lo del tiro al pichón (mira por dónde, se me había olvidado «comentárselo». Jejeje…), pues que caían como moscas. Estaba todo lleno de plumas flotando en el aire. ¡Si casi no se veía el altar! Pero para lo que estaba pasando allí… Una boda más. ¡Psé!

En un cuarto de hora gané una pequeña fortuna. Eso sí: la pila de agua bendita se quedó más seca que seca. Y la única estatua que no se llevaron fue la de San Severino, porque era más fea que el Fari comiendo limones. Pero todas las demás volaron. No creo que se diese cuenta el cura, porque por cada estatua que faltaba, teníamos un par de angelitos para poner en los pedestales. Así que ni se notó. Ahora, ruido… lo que se dice ruido… sí que hicimos un poquito.
Aunque había un ángel que se resistía que daba gusto: planeaba, hacía picados con tirabuzones, subía en vertical… Vamos, que parecía un F-15. Y claro: eso me vino que ni pintado. Porque los invitados se encabronaban y me decían: «dame otros tres tiros, que a ese hijoputa me lo cargo yo como que me llamo Raimundo». Y zapa, otras 500 pelas. Pero no había manera de darle. El angelito aquel me hizo rico. No le di un beso, porque el pobre estaba escondido detrás de los tubos del órgano, y de allí no lo sacábamos ni a tiros (mira qué bien me viene la expresión ésta).

De los primeros veinte minutos de la boda, es poco lo que os puedo contar. Porque con lo del «tiro al angel», presté poca atención a la ceremonia.
Total, que cuando llegó la hora de que cantase el coro de ángeles, allí no cantaban ni los grillos. Lo único que se oía era un sollozo que salía de detrás del órgano, y un balbuceo así como «no siento las piernas…» o algo parecido. Pero yo ya lo tenía previsto, así que le di al play de los walkman que llevaba, subí a tope el volúmen, y le di caña a una cinta de los Chunguitos que llevaba preparada.
Mi hermana estaba tan emocionada por el detalle, que se le saltaban las lágrimas. Tan tan emocionada, que le rechinaban los dientes, y estaba roja como una caldera a presión. Y yo, satisfecho: todo sea por hacer feliz a mi hermana en el día más importante de su vida.
Acabada la canción de los Chunguitos, me acerqué a las primeras filas y mi hermana se giró para hacerme el signo de «todo perfecto» con las manos. Hacía como si estuviese escurriendo un trapo mojado. Yo le sonreí y le dije que esperase, que lo mejor estaba por llegar. Casi le da un desmayo de la ilusión.
Mi hermana le había pedido a mi hermano (somos tres) que leyese la primera lectura. Que le hacía mucha ilusión. La carta de San Juan a los Filisteos. Y mi hermano se subió al púlpito, se acercó al libro y empezó a leer en voz alta: «Nuevo Testamento. Edición completa bilingüe. Madrid, 1976. Editorial…». Pero el cura le interrumpió: «¡Psshht! ¡¡PSSHHT!! Más, más…». Y le hacía gestos como de que pasase páginas.

Y mi hermano pasó páginas. Vaya que si pasó. Se quedó callado un momento, carraspeó y dijo: «Hermanos… hermanas… AMEN».

Y el cura empezó a bailar como si tuviese pulgas: «Más atrás, más atrás…». Pero el peque (mi hermana, la que se casaba, es la mayor; y yo voy en medio) es cabezota como él solo. Y le contestó: «Anda y que te follen, que me estás mareando. He dicho Amén, así que amén». Se estiró los faldones de la chaqueta y bajó triunfal de la tarima.

Yo sé lo de «anda y que te follen», porque estaba cerca, y los demás invitados también lo saben, porque el micrófono todavía estaba encendido. Pues no me sentí yo orgulloso de mi hermano ni nada. Con qué claridad había leído. Si ya lo decíamos todos cuando era pequeño: ¡teólogo!, tenía que haber sido teólogo. Pero él no quiso, y se hizo butanero. Cosas de la vida, qué le vamos a hacer.

Mira, con lo del «anda y que te follen» le dio un toque divertido a la ceremonia. Lo que nos pudimos reir.

Pasada la primera lectura, era cuando el cura tenía que dar su pequeña charlita. Todos sabemos que esa parte es la más peñazo, así que yo saqué la nevera portátil y empecé a pasear entre los bancos: «Al barqui, barquiiii… Al rico parisieeeenn… Tengo fantalimónaranjacocacolaysuésss… Veinte duritos el refresco, doscientas el barquilloooo…». ¡Me los quitaban de las manos!

Ni siquiera me duraron todo el tiempo que estuvo hablando el cura. Los de los primeros bancos se pusieron morados, y para cuando llegué a los últimos, no hacían más que preguntarme: «¿No te queda de naranja? ¿Y de limón? ¿Tampoco?». Los pobrecitos. Con la sudada que se habían dado con las escopetas, y ya no me quedaban refrescos. La verdad es que me sentí un poco mal. Pero bueno, así es la vida.
Pero os decía que lo que llevaba en la nevera no duró ni hasta que acabase de hablar el cura.
Hombre, bien es cierto que los primeros cinco minutos tampoco habló mucho. Más bien me observaba con los ojos bien abiertos, sin decir nada. Y boqueaba como un pez fuera del agua. Para mí que quería un «sués» y no tenía cambio. Para cuando se arrancó a hablar, ya casi no quedaban bebidas. Y total, para lo que dijo… todo balbuceos. Si ya le dije yo a mi hermana: «no te fies de este cura, que tiene pinta de beber un poco…».
Pues ya soltó su discursito, y llegamos a lo de los anillos. Empieza el cura a decir: «los anillos… los anillos…», Y mi hermana, que es una copiona, también: «los anillos, los anillos…». Vamos, que en dos minutos estaba toda la iglesia coreando: «LOSA NIII.. ¡LLOS!… LOSA NIIII…¡LLOS!..». Qué bonito aquello, oye. Y todos mirándome a mí. Así que me sentí un poco protagonista, y empecé a dar palmas al ritmo. Hasta que mi padre también empezó a dar palmas, pero en mi cogote: «¿Dónde coño tienes los anillos?».
Mira, se me congeló la sonrisa de golpe, y se me nubló la vista. Casi me da un patatús. Fue así, como un flash: vi los anillos en la repisa del baño, junto a la maquinilla de afeitar. ¡Joder, los putos anillos!

Me los había dejado en casa.

Pero hice como que no pasaba nada. Y de cara a los invitados, les hice gestos con las manos de que se callasen. Que con ese escándalo, a ver quién se concentra en la boda, ¿no? Metí la mano en un bolsillo, ¿y qué encontré? Nada. En el otro. Nada. En los de la chaqueta: nada. Nada, nada, nada… Sólo tenía la cartera.

Así que saqué la cartera, y miré a ver lo que había dentro: el bono del metro, un ticket para un 2×1 en el Burguer King, el carnet de la biblioteca, una foto del Interviú de Yola Berrocal, un recibo de cuando fui al supermercado a comprar una escobilla para el water, tres billetes del monopoli y dos condones. Uno usado y otro sin usar. Joder, menos mal. Estaba salvado.

Abrí con los dientes el plástico del condón nuevo, y le di los dos al cura. El nuevo y el usado. Sonriendo como si estuviese en la tele. El cura no sonreía tanto, pero para mí que era porque se había quedado sin el «sués». Le dije: «el usado para mi hermana, que quiero que lleve algo mío en este día tan especial». Y me retiré a mi sitio en el banco. Muy serio y muy formal.
Mira, estaban para echarse a llorar de lo guapos que se les veía. Allí los dos abrazaditos, y con un condón cada uno en el dedo corazón. Mirándolo con ojitos de corderitos enamorados. Vaya regalo de bodas que les había hecho: ¡los anillos!, nada menos. Y yo, tonto de mí, con la emoción se me olvidó hacer fotos.

Pero bueno, ya pediré, porque los invitados se hincharon a hacer fotos de lo de los anillos. Para mí que les pareció un detalle original. Sí, va a ser eso.
¿Sabéis? Entonces me dí cuenta de que de verdad el cura se había quedado con las ganas de un refresco. Porque le dijo a una monja que a ver si le podía apañar unos duritos. Y la monja se puso a pasar la cesta entre los invitados. Si lo llego a saber, se la dejo a mitad de precio, hombre. El pobre señor, allí muerto de sed, y por vergüenza no había podido tomarse nada. Ahora sí: a mí eso de pedir me parece de tristeee… Yo siempre lo he dicho: pobre sí; pero honrado también. Y lo de la limosna… vamos, que es lo último. Pero claro, eso es cuestión de educación: que a mí mis padres me han educado muy bien. Y se vé que el cura debió de ser huérfano o algo así.
¿Y el berrinche que se llevó el cura cuando volvió la monja con la cesta? Para verlo y no creerlo, oye. Y todo porque la cesta estaba vacía.
Normal… La gente ya se había dejado un buen dinerito con lo del tiro al ángel, y con los refrescos y barquillos. Y una cosa es gastar, y otra es derrochar. Total, que allí no soltó nadie ni un duro.
Y el cura, que era un envidioso, empezó a pegar gritos y levantar los brazos al cielo. Y se sacó su refresco y su barquillo, y se los zampó de golpe. ¿Tu crees que dijo a ver si alguien quería? Que vaaa… Todo para él. Ni compartir ni nada. Si ya os lo he dicho: huérfano. Seguro.
Pero mira por dónde, tuvo su castigo. Le dio un empacho, o un dolor de tripas de esos que te dan de golpe, o acidez de estómago, o alguna cosa de esas…, y allí se quedó todo doblado y arrodillado. ¡Ni se movía! Me dio una penaa… Ya cuando estaba a punto de acercarme para ver si estaba bien, se levanto y nos miró a todos.
Estaba claro que le habían entrado remordimientos por no compartir. Así que se fue al pasillo, a ver quién quería barquillos de los suyos. ¡Pero si estábamos todos empachados de tanto barquillo!

El único que se acercó fue el tío Damián, que come que no veas. Así está de gordo. Y yo no es por criticar, pero es que está como un elefante.
Y el cura le da un barquillo así de chiquitín. Y el tío Damián se lo come, y le pide otro. Y el cura que no le dá. Y el tío que le dé. Y el otro que no. Y que le dé, y que no…

Pues allí se liaron en una pelea que ni en los mejores partidos de Hockey. Volaban los mamporros más que el angelito F-15. La mayoría en la misma dirección: del tío Damián hacia el cura, eso también es cierto.

Tampoco nos preocupamos mucho, porque en cuanto el cura cayó al suelo, el tío Damián le dio un par de pataditas para que se estuviese quieto, y se dedicó a comerse los barquillos. Y luego, a su sitio.

Y el cura, de vuelta al altar. Un poco más abollado, pero todavía funcionaba.
Estaba quedando una ceremonia redonda. Si no fuese por el primo José Manuel. Que es un cachondo, pero es que a veces se pasa un poco…

Cuando llegaron a lo del beso, los invitados empezaron a corear: «Quese beee… sen. Quese beeee… sen». Y el primo José Manuel, a voz en grito: «Queselaaa fooo… lle. Queselaaa fooo… lle».

Si es que siempre tiene que habe alguien que dé la nota.

Por lo demás, poco más os puedo contar. Porque cuando volví a poner la cinta de los Chunguitos para el canto final, el cura me tiró un libro ASÍ de gordo, y me dejó inconsciente.

El tío rencoroso… Y todo por una «sués» de nada. Si es que hay gente que no tiene educación ni nada.

En resumidas cuentas, que la boda salió a pedir de boca.

(Sacado del blog de Copito en el año 2003)

Cuentos e historias: La niña de Miguel

Durante estos días, ando planeando una escapada a Dublín para Marzo, mientras disfruto de unos días de vacaciones en Málaga, en casa de mis padres. 

Jueves, 22.00h. Un servidor, tumbado en el sofá, asiste a una de las lecciones magistrales de su padre, a quien llamaremos Opá, que llega iluminao perdío. 

Opá: Niño, tú sabes lo de los talonarios Bancotel? 


Niño: ¿Concretamente qué? 

Opá: Que los puedes usar para pagarte el hotel en Dublín. La niña de Miguel se los ha sacado por 50 euros pa’ San Valentíns. 


En ese momento, el niño, siente un intenso escalofrío. Esas palabras mágicas, « La niña de Miguel «, abren una puerta interdimensional, un agujero de gusano, que automáticamente nos traslada, a través de pliegues en el espacio-tiempo, a un universo paralelo de surrealismo, donde los demás consiguen todo a mejor precio y en mejores condiciones que uno, sea lo que sea
Niño (levantando ceja derecha): Opá, si el viaje se contrata en paquete, no hay talonario que valga. Se paga por adelantado, creo. Además, habrá que ver si el hotel en que caigamos, los acepta. 

Opá: Yo no sé. Yo nada más sé que* la niña de Miguel se ha sacao no-se-cuantas noches tirás de precio. Y con el vuelo igual ¿Eh? 


Niño (con ligera hinchazón testicular ya): Opá, ya te dije que los vuelos baratos son en medio de la semana y a horas intempestivas. Con suerte, algun chollo de ultimísima hora. La niña de Miguel puedeelegir día y hora. Yo salgo de currar y cojo el vuelo, y al volver entro a currar de nuevo. No tengo opción. Es así de simple. 


Opá: Yo no sé. Yo nada más sé que* la niña de Miguel… 

(*) «Yo no sé. Solo sé que…» = «No tengo ni puta idea de lo que hablo, pero aún así estoy seguro de que…» 


¡Horror! Mi padre ha dejado de ser mi padre. Súbitamente ha entrado en un bucle infinito, que le impide articular algo que no sea la niña de Miguel. Debe ser un bug. A ver si le actualizo elfirmware un día de estos…

Niño: ¡Huy, mira, Opá! ¡Ronaldinho! 

Opá: ¡Mi migoo, mi migoo! 


Cuentos e Historias: La Palabra

El Herido caminaba con dificultad por el sendero, y no era para menos. Hace tres días que no come y la herida que tiene en su cintura supuraba un pestilente y sanguinolento líquido. La fiebre le hacía perder la noción de tiempo y espacio, pero el miedo a la muerte le impedía desmayarse.

Piensa en su familia y toma fuerzas. Salió para cerrar unos negocios en la ciudad así que hasta dentro de una semana nadie se preocupará,. y para entonces, todo será en vano.

Nadie pasa por allí. El sol dibuja espejos en el horizonte y perlas en su frente. Una raíz le enlaza el pie y queda tendido sobre el polvo del camino. ¿Para que levantarse? Cierra los ojos y duerme. Sabe que no va a despertar, pero se duerme.

Una figura se detiene a su lado, baja del caballo y da vuelta el cuerpo del moribundo, y mientras escupe entre dientes hacia un costado del camino dice:


– Chá, que lo tiro con mi suerte, este desgraciado se me corta…

***

La frescura de la noche lo despertó. Abrió los ojos y pudo ver las estrellas a través del follaje del ombú bajo el cuál se encontraba tendido sobre unas frazadas. Intento levantarse pero una mano lo retuvo del hombro.

– Cálmese amigo que todavía está débil. Hace tres días que esta allí tirado, y le aseguro que la Parcatodavía lo está rondando.

El Viajero siguió afilando su facón y no dijo más nada. El Herido lo miró unos segundos, y ante la indiferencia de su sanador, cayó rendido y se durmió, esta vez con sueño de tranquilidad.

A la madrugada partieron en silencio. De la boca del Viajero no salían palabras y el Herido preguntó: 

– – – ¿A dónde vamos?
– – – A Carmen de Areco…
– – – Fantástico, allí tengo parientes que le agradecerán el haberme salvado la vida, va a ver como lo reciben. Justamente tenía pensado pasar por allí cuando tuve el accidente con…


Ante la indiferencia del Viajero, el Herido no tuvo más remedio que callarse, y siguieron el resto del viaje con el silencio del Viajero y los vanos intentos del Herido por comenzar un diálogo. Dos días después llegan a la entrada del pueblo. Frente al cementerio paran.

– ¿Qué hacemos aquí? -pregunta el Herido.
– Tengo que ver a alguien, acompáñeme.

Al Herido le cuesta bajar del caballo. Cuando entra al cementerio ve al Viajero arrodillado frente a una tumba.

Se queda en silencio mirando a su salvador y preguntándose sobre el muerto. Se sobresalta cuando el Viajero comienza a hablar como adivinando su pensamiento:

– Tenía solo dieciséis años, recién cumplidos. Quiso ayudar a su madre para poder alimentar a sus hermanitos. Fue a trabajar en la cocina de una estancia. Cuando volvió embarazada nadie la comprendió, y no pudo soportar ni el engaño que la llevó a ese estado, ni la incomprensión de sus seres queridos, ni el sentirse, ni el que la hagan sentirse injustamente sucia. 

Luego, sin dejar de mirar la tumba, el Viajero continuó hablando mientras señalaba: 

– Yo tuve que bajarla de aquel árbol. ¿Sabe lo terrible que es tener que descolgar a su hermanita de un árbol?

Al hacer la pregunta el Viajero se movió y dejo a la vista del Herido la placa que rezaba: «Margarita Paredes». Un frío corrió por la espalda del Herido, y miró al Viajero que se encontraba parado a metros de él con su facón reluciente. Comenzó a reírse con risa de locura y entre hipos dijo:

– Es una broma… ¿Por qué me alimentarme durante una semana? ¿Por qué me curarme…? ¿Por qué soportar a un moribundo delirante por tres noches? ¿Para luego matarlo? No tiene sentido…
– Le digo el porque, señorito, -comenzó a decir y señalando la tumba continuó- porque le prometí que regaría su tumba con la sangre que ella llevaba en el vientre. Por eso. Porque mi palabra es lo único que tengo, y la hago valer…

El Herido se quedo quieto mientras el Viajero se le acercaba. El Herido comenzó a dar un grito de horror. Un grito de horror que se cortó de golpe en el vasto silencio del cementerio.

Datos del autor/a: Pablo Damián Francke (Buenos Aires, abril 6 de 1997) 

Cuentos e Historias: Ingenieros de sistemas


Os dejo con este texto, viejo ya, pero que sigue estando completamente en vigor. Muchas de ellas las he vivido en primera persona, y alguna incluso recientemente.


1. Cuando el ingeniero de sistemas le diga que acude en su ayuda, desconéctese de la red y vaya por un café. No nos espere, para nosotros no es ningún problema acordarnos de todos las claves de usuario.
2. Cuando nos llame para decirnos que cambiemos su computador de sitio, asegúrese de que lo deja bien enterrado bajo media tonelada de postales, fotos de sus niños, animales de toda clase, flores secas, trofeos varios, etc. A nosotros, como no tenemos vida privada, nos encanta echar un vistazo a la suya.
3. Cuando el ingeniero de sistemas le envíe un correo electrónico de importancia alta, bórrelo inmediatamente sin leer: Lo más probable es que estemos haciendo pruebas.
4. Cuando el ingeniero de sistemas esté almorzando, entre sin ninguna consideración y explíquele sus problemas esperando a que se le responda en el acto. Estamos aquí para servirle y siempre a punto para solucionar problemas.
5. Cuando el ingeniero de sistemas esté tomando un café tranquilamente, pregúntele algo acerca de los computadores. La única razón por la que nos vamos a tomar café, es para atender a las personas que no tienen correo electrónico o teléfono.
6. Mande todos sus mensajes en mayúsculas. El servidor de correo lo recogerá inmediatamente y lo tratará como mensaje urgente.
7. Cuando llame al teléfono del ingeniero de sistemas, pulse el número 5 para saltarse el mensaje que le dice que está de vacaciones y grabe su mensaje. Entonces, espere exactamente 24 horas antes de mandar un correo electrónico directamente a su jefe quejándose de que no ha recibido ninguna respuesta a su llamada. Usted no se merece este trato.
8. Cuando la fotocopiadora no funcione, llame al ingeniero de sistemas. Al fin, la fotocopiadora tiene cable, ¿no?
9. Cuando su módem le dé el mensaje: “No hay tono de marcado”, en casa, llame al ingeniero de sistemas. Podemos solucionar problemas de teléfono desde donde sea.
10. Cuando su computador no funcione, tírelo encima de la silla del ingeniero de sistemas y no deje ningún papel con su nombre ni la descripción del problema. Nos encanta el misterio.
11. Cuando el ingeniero de sistemas le esté explicando cómo cambiar algún parámetro de su configuración, póngase a leer el periódico. De hecho, no esperamos que usted tenga que hacer nada, simplemente nos encanta oírnos a nosotros mismos cuando explicamos algo.
12. Cuando le demos alguna explicación sobre algún programa, no se moleste en aprender. Siempre estaremos ahí para volver a hacerlo.
13. Cuando la impresora no imprima, reenvíe su trabajo al menos 20 veces. A veces los trabajos que intenta imprimir desaparecen en el cosmos sin razón aparente.
14. Cuando la impresora no imprima tras los 20 intentos, envíe su trabajo a todas las demás impresoras de la empresa. Seguro que alguna imprimirá.
15. No use la ayuda que viene en los programas. Estas ayudas on-line sólo son para brutos.
16. Cuando vaya a tomar algún cursillo de informática, no dude en practicar con la red de la empresa e instalar y probar todo lo que desee. Estaremos encantados de trabajar hasta la madrugada para arreglar todos los estragos que usted cause.
17. Cuando lleguemos a reparar su computador y esté usted comiendo, deguste con calma su almuerzo en nuestra cara. Funcionamos mejor bajo presión.
18. Nunca nos dé las gracias. Nos encanta nuestro trabajo y, además, ¡nos pagan!
19. Cuando el ingeniero de sistemas le pregunte si ha instalado algún nuevo programa en su computador, mienta. ¡A nadie le importa lo que usted tiene en su PC!
20. Si el cable de su ratón siempre tira el gatito de porcelana que tiene usted encima de la mesa, levante el computador y pise el cable con él. Los cables de ratón están diseñados para aguantar 80 kilos de peso.
21. Si la tecla {Enter} de su teclado no funciona, échele la culpa a la actualización del correo electrónico. Además, los teclados funcionan mucho mejor con medio kilito de migas de galleta, cabellos y manchas secas de Coca Cola debajo de las teclas.
22. Cuando el sistema le muestre la típica ventana de “Está usted seguro…”, conteste siempre que “Sí” o “Aceptar”. ¿Si no estuviera usted seguro no lo habría hecho, verdad?
23. Siéntase completamente libre para decir “No tengo ni idea acerca de esta mierda de informática”. A nosotros nunca nos ha molestado que la gente diga que nuestra profesión es una mierda.
24. Cuando necesite cambiar el cartucho de tóner, llame al ingeniero de sistemas. El cambio de cartucho es una tarea extremadamente complicada y Epson recomienda que solamente la realice un ingeniero con una maestría en hardware. (esta me ha llegado al alma)
25. Cuando le suceda algo a su computador, pida a su secretaria (si la tiene) que nos llame. A los que trabajamos en un Help Desk nos encanta tener que tratar con una tercera persona que no tiene ni idea de cuál es su problema.
26. Cuando escanée la foto de su última parranda, de 30 megas, a tope de colores y resolución, enviéla a todo el mundo a través de su correo electrónico y, por supuesto, indique alta prioridad. Tenemos montooooones de megas libres en el servidor y un procesador del carajo.
27. Cuando tenga que imprimir tropocientos mil folios, no se le ocurra ir imprimiendo de poco en poco: ¡Mándelos todos de una vez! Los demás pueden esperar, usted tiene prioridad.
28. Cuando se encuentre por casualidad a su ingeniero de sistemas durante el fin de semana, no dude en hacerle preguntas acerca de computadores. Nosotros trabajamos 24 horas al día, 7 días a la semana, incluida la playa en verano, la nieve en invierno, supermercados, cines, etc.
29. Si sus hijos estudian informática, tráigalos el fin de semana a la oficina. Ahí estaremos para prestarles cualquier equipo, reparar su base de datos de Access hecha trizas por su copia ilegal de Visual Basic, etc.
30. Cuando nos traiga su computador clónico de casa para que se lo reparemos gratis, por favor recuérdenos que es urgente para que por la tarde pueda usted jugar al solitario. ¡Ahí estaremos!
Nos sobra tanto tiempo, y el día es tan largo. De todas formas, ¡todo el mundo sabe que perdemos constantemente el tiempo navegando por Internet!
31. Cuando necesite la ayuda del ingeniero de sistemas para hacer una presentación, no se afane, puede pasarla unas pocas horas antes. ¿Acaso no sabe que podemos hacer milagros?
Ah, ¡y discúlpennos por ser ingenieros de sistemas!

Lección de gramática española

CONTRA LA TONTUNA LINGÜÍSTICA, UN POCO DE GRAMÁTICA BIEN EXPLICADA

Yo no soy víctima de la LOGSE [1]. Tengo 48 años y he tenido la suerte de estudiar bajo unos planes educativos buenos, que primaban el esfuerzo y la formación de los alumnos por encima de las estadísticas de aprobados y de la propaganda política.

En párvulos (así se llamaba entonces lo que hoy es «educación infantil», mire usted) empecé a estudiar con una cartilla que todavía recuerdo perfectamente: la A de «araña», la E de «elefante», la I de «iglesia» la O de «ojo» y la U de «uña».

Luego, cuando eras un poco más mayor, llegaba «El Parvulito», un librito con poco más de 100 páginas y un montón de lecturas, no como ahora, que pagas por tres tomos llenos de dibujos que apenas traen texto. Eso sí, en el Parvulito, no había que colorear ninguna página, que para eso teníamos cuadernos.

En EGB estudiábamos Lengua Española, Matemáticas (las llamábamos «tracas» o «matracas») Ciencias Naturales, Ciencias Sociales, Plástica (dibujo y trabajos manuales), Religión y Educación Física. En 8º de EGB, si en un examen tenías una falta de ortografía del tipo de «b en vez de v» o cinco faltas de acentos, te suspendían.

En BUP, aunque yo era de Ciencias, estudié Historia de España (en 1º), Latín y Literatura (en 2º) y Filosofía (en 3º y en COU). Todavía me acuerdo de las declinaciones (la 1ª.: rosa, rosa, rosa, rosae, rosae, rosa en el singular; -ae, -ae, -as, -arum, -is, -is, en el plural; la segunda;-us, -e, -um, -i, -o, -o, en el singular; -i, -i -os, -orum, -is, -is, en el plural; no sigo que os aburro), de los verbos (poto, potas, potare, potavi, potatum, el verbo beber), de algunas traducciones («lupus et agni in fluvi ripa aqua potaban; superior erat lupus longeque agni»: el lobo y elcordero bebían agua en el río; el lobo estaba arriba, lejos del cordero; «mihi amiticia cum domino erat»: yo era amigo del señor).

Leí El Quijote y el Lazarillo de Tormes; leí las «Coplas a la Muerte de su Padre» de Jorge Manrique, a Garcilaso, a Góngora, a Lope de Vega o a Espronceda…

Pero, sobre todo, aprendí a hablar y a escribir con corrección. Aprendí a amar nuestra lengua, nuestra historia y nuestra cultura. Aprendí que se dice «Presidente» y no Presidenta, aunque sea una mujerla que desempeñe el cargo.

Y… vamos con la Gramática.

En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es «atacante»; el de salir es «saliente»; el de cantar es «cantante» y el de existir, «existente». ¿Cuál es el del verbo ser? Es «el ente», que significa «el que tiene entidad», en definitiva «el que es». Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación «-nte».

Así, al que preside, se le llama «presidente» y nunca «presidenta», independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.

De manera análoga, se dice «capilla ardiente», no «ardienta»; se dice «estudiante», no «estudianta»; se dice «independiente» y no «independienta»; «paciente», no “pacienta»; «dirigente», no dirigenta»; «residente», o «residenta”.

Y ahora, la pregunta del millón: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son «periodistos»), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española ? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hace más ignorantes (a ellos y a sus seguidores).

No me gustan las cadenas de correos electrónicos (suelo eliminarlas) pero, por una vez, os propongo que paséis el mensaje a vuestros amigos y conocidos, en la esperanza de que llegue finalmente a esos ignorantes semovientes (no «ignorantas semovientas», aunque ocupen carteras ministeriales).

Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto… Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el violinisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino y, sobre todo, ¡el machisto!

(Está escrito por una profesora de música en un instituto público)

[1] Nota de Alejandro: Yo sí he sido «víctima» de la Logse e incluso con ella no éramos tan catetos. Me pregunto con qué reforma estudiaron nuestros políticos … si es que alguna vez estudiaron.