Historias: En marcha

» ¿No ha tenido usted nunca la sensación de haber sido expulsado de su vida como cuando nos apeamos accidentalmente del autobús en la parada que no es? El autobús o la vida siguen su marcha, alejándose de nosotros, que los perdemos de vista cuando doblan la esquina. Continúan existiendo, pero en una dimensión lejana, en la que atraviesan calles o plazas que quedan fuera ya de nuestro alcance. ¿Y nosotros? ¿Qué hacer cuando uno se queda fuera de su propia vida? Hay quien se atiborra de ansiolíticos o somníferos. Hay quien se entrega al alcohol. Hay quien se dedica a hacer dinero… Todo ello para acostarse zombi, levantarse zombi y pasar el día zombi. De ese modo, no echas tanto de menos la vida de la que has sido expulsado (o de la que te has caído, o que has abandonado en un movimiento entre voluntario y no). Muchos, en un intento de recuperar esa vida, leen los libros o revisan el cine o retoman los hábitos que recuerdan ligados a ella. Pero lo cierto es que, fuera de la propia existencia, todos esos placeres carecen de emoción. Se le caen a uno de la mano las mejores novelas, abandona a medias las películas en otro tiempo más estimulantes, le resultan opacos los paisajes que le hicieron llorar. Los hay que se resignan, aceptando lo ocurrido como una suerte de jubilación anticipada y forzosa, una especie de pequeña muerte a la que tarde o temprano, a base de sofá y telebasura, piensan, se acostumbrarán. Pero la mayoría, me gusta imaginar, espera tenazmente el regreso de esa vida, desde donde quiera que esté, para subirse de nuevo a ella, y vivirla, en esta oportunidad, con mayor frenesí que antes. La mitad de la gente que vemos bajo las marquesinas callejeras -yo entre ellos- fingiendo esperar al autobús, esperan en realidad que vuelva a pasar su vida por delante para retomarla de nuevo, aunque sea en marcha.»


El texto es de Juan José Millas, en El País. Supongo que todos en algún momento hemos sentido algo así. Algunos hemos tenido suerte y nos hemos vuelto a subir sin mucho problema. ¿Y tú?

Una gran lección por sólo 50 euros.


«Recientemente le pregunté a la hija de un amigo qué le gustaría ser de mayor. Ella respondió que quería ser presidente, algún día. Sus padres, ambos del PSOE, estaban presentes, y yo continué preguntando:

“¿Si algún día llegaras a ser presidente, qué sería lo primero que harías?”

Ella respondió sin vacilar:

“Daría alimentos y viviendas a todos los pobres.”

Sus padres, orgullosos, pelaron los dientes en una radiante sonrisa:

“¡Bravo, que propósito más loable!!”, le dije.

Y continué: “Pero para eso no tienes que esperar a ser presidente. Puedes venir mañana a mi casa a cortar el césped, sacar las malas hierbas y abonar el jardín, y te pagaré 50 euros por el trabajo. Luego te llevaré al supermercado de mi barrio donde siempre hay un mendigo, y tú podrás darle el billete para que se compre comida y empiece a ahorrar para su casa.”


La chica pensó durante unos segundos; luego, mirándome fijamente a los ojos me preguntó:

“¿Y por qué no va el vagabundo a hacer el trabajo, y le pagas directamente a él?”

“Bienvenida a LA DERECHA“, le contesté.

Sus padres aún no me hablan………


Proporcionado por Mabel, que también piensa como yo. Dedicado a todos los NiNis idealistas del mundo, que creen que el dinero se produce por generación espontánea, que la sanidad se paga sola, y donde nadie tiene que trabajar y todo es mágico y maravilloso.

¿Buena suerte o mala suerte?

Había una vez un hombre que vivía con su hijo en una casita del campo. Se dedicaba a trabajar la tierra y tenía un caballo para la labranza y para cargar los productos de la cosecha, era su bien más preciado. Un día el caballo se escapó saltando por encima de las bardas que hacían de cuadra. El vecino que se percató de este hecho corrió a la puerta de nuestro hombre diciéndole:

-Tu caballo se escapó, ¿que harás ahora para trabajar el campo sin él? Se te avecina un invierno muy duro, ¡qué mala suerte has tenido!

El hombre lo miró y le dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Quien lo sabe.

Pasó algún tiempo y el caballo volvió a su redil con diez caballos salvajes con los que se había unido. El vecino al observar esto, otra vez llamó al hombre y le dijo:

-No solo recuperaste tu caballo, sino que ahora tienes diez caballos más, podrás vender y criar. ¡Qué buena suerte has tenido!

El hombre lo miró y le dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Quien lo sabe.

Más adelante el hijo de nuestro hombre montaba uno de los caballos salvajes para domarlo y calló al suelo partiéndose una pierna. Otra vez el vecino fue a decirle:

– ¡Qué mala suerte has tenido! Tu hijo se accidentó y no podrá ayudarte, tú eres ya viejo y sin su ayuda tendrás muchos problemas para realizar todos los trabajos.

El hombre, otra vez lo miró y dijo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Quien lo sabe.

Pasó el tiempo y en ese país estalló la guerra con el país vecino de manera que el ejército iba por los campos reclutando a los jóvenes para llevarlos al campo de batalla. Al hijo del vecino se lo llevaron por estar sano y al de nuestro hombre se le declaró no apto por estar imposibilitado. Nuevamente el vecino corrió diciendo:

-Se llevaron a mi hijo por estar sano y al tuyo lo rechazaron por su pierna rota. ¡Qué buena suerte has tenido!

Otra vez el hombre lo miró diciendo:

-¿Buena suerte o mala suerte? Quien lo sabe

¿Te invito a una cerveza?

Cinco amigos se reúnen en un bar después de mucho tiempo sin verse. Y cada uno de ellos cuenta como le ha tratado la vida, algunos han conseguido un buen trabajo y ganan mucho dinero, otros se han casado, otros han montado una empresa por su cuenta, otros han sido despedidos y hace tiempo que no encuentran un empleo… todos están contentos de verse, y entre cervezas y risas pasan la tarde.


A punto de despedirse, y en vista de lo divertido de la velada, se propone quedar una vez por semana en ese mismo bar para no volver a perder el contacto entre ellos. Todos menos uno están de acuerdo, pero éste último alega la imposibilidad de ir una vez por semana al bar, puesto que al estar desempleado, no le es posible permitirse el lujo de realizar tal gasto.





Uno de los amigos, decide una solución, para que todos ellos puedan seguir viniendo a la reunión, y que el aspecto económico no suponga un impedimento. Propone que las cervezas se paguen en proporción a lo que gana cada uno. Es decir, si uno gana más, pagará más por el total de la factura de todo lo consumido ese día en el bar, y el que menos gane, menos tendrá que aportar. Así, si alguien no tiene ingresos de ningún tipo, podrá asistir a su cita semanal, sin tener que pagar nada.


A todos les pareció buena idea.


De esta forma, a la semana siguiente todos aparecieron de nuevo, y una vez finalizada la velada, todos pagaron en proporción a su status económico, y uno de ellos, aquel que no tenía ingresos, fue invitado por el resto de amigos.


La situación continuó de esta forma durante meses, todos fieles a su cita semanal, concurrían encantados a su compromiso.


Un buen día, el camarero se les acercó y les comunicó que ya que eran tan buenos clientes, había decidido concederles un descuento en cada cerveza.


Los amigos encantados con el detalle, decidieron repartir el descuento de manera proporcional al pago que cada uno de ellos realizaba.


Sin embargo, hubo quien argumentó, que eso no era justo, lo correcto era repartirlo a partes iguales y no en proporción a las aportaciones. Así que todos decidieron aceptar esa forma de reparto.


Y de esta manera se dio la curiosa circunstancia, que mientras unos pagaban una cantidad de dinero superior a las cervezas consumidas, otros ganaban dinero con su cita en el bar.


Un buen día, el ‘amigo’ que mejor posicionado estaba económicamente y que lógicamente más pagaba cada día que iba al bar con sus amigos, decidió no ir más a la cita. Así que el resto de colegas se reunió para cambiar la asignación de cada uno. Al calcular los nuevos pagos, se dieron cuenta que mientras unos pagaban un poco más, otros tenían que pagar mucho más, incluso más que lo que estaba pagando el amigo que había dejado de acudir a la cita, y que uno de ellos, no sólo seguía sin pagar, sino que además ganaba dinero con cada cerveza que consumía.
Aún así aceptaron los nuevos precios, con tal de seguir viéndose.


Otro buen día, otro amigo, expresó su decisión de no seguir con su compromiso semanal, no podía seguir asumiendo tal coste por una tarde de ocio.
El resto de amigos, volvió a reunirse para acordar nuevos porcentajes de pago, siempre en proporción a sus ingresos. Pero, a pesar de consumir cada vez menos cervezas, dos de ellos tenían que pagar una cantidad todavía mayor, mientras uno seguía ganando el mismo dinero que al principio cada vez que se bebía una cerveza.


Lógicamente al final desisitieron de seguir con su cita semanal y hubo que disolver el grupo, siguiendo cada uno de ellos caminos diferentes y no volviéndose a encontrar nunca más.



Ante la disminución de cotizantes a la Seguridad Social y la de empresarios, cada vez somos menos los que tenemos que responder a las grandes exigencias de ayudas a sectores privilegiados. Y para compensar la disminución de ingresos por parte del Estado, manteniendo los mismos gastos, la solución aportada por parte de la Administración Pública ha sido aumentar el tipo en el Impuesto Sobre el Valor Añadido.


La diferencia está en que un contribuyente de este país, no puede dejar de consumir cervezas.

Vía Jose Carlos Amoros.

Qué hacer si te toca arreglar un ordenador.

amigo informaticoRescato este texto de un viejo blog que tenía hace varios años. Aunque en mi caso ya no aplica (recordad que yo ya no uso Windows ni sé como funciona eso, el último Windows que yo usé fue 3.11 y no conozco absolutamente nada de arquitectura PC ni de software desde tiempos de Naranjito) creo que para muchos será útil. La cosa empezaba tal que así:

 

"Qué hacer si te toca arreglar un ordenador"

Generalmente este es un tema recurrente. A todos los que estamos metidos en el mundo no de forma clandestina nos ha pasado. En algún momento se hace vox-populi que eres informático, y cacharreas con ordenadores (más o menos es la acepción que la gente tiene sobre tu profesión, aunque sin tener ni idea de a lo que te dedicas). Y después de eso, llegan a la siguiente conclusión, y es que, pues ya que el chico sabe del tema, dejémosle practicar con ese ordenador que no nos funciona. Y es aquí donde se teje el drama y la tragedia, sobre todo para el pobre chico.

 

 

Continuar leyendo «Qué hacer si te toca arreglar un ordenador.»